Por Johana Rodríguez Osorio

Durante este año tuvo mucha publicidad este nuevo evento astronómico que nos acompañaría a mediados de diciembre. Publicidad que, a diferencia del Eclipse 2019, presté más atención, con la intención de poder vivirlo y fotografiarlo. Es así como comencé a ver algunos tutoriales, recomendaciones, manuales, lives y streaming para prepararme para este Eclipse Total de Sol.

Anticipadamente adquirí un filtro para mi cámara y los lentes aptos para mis ojitos. Toda la planificación se realizó en torno a un ambiente soleado en la Zona Lacustre, para el 14 de diciembre. Sin embargo, el pronóstico del Tiempo no era muy bueno, ya que solo se previsualizaban lluvias en la zona de umbra. Así nos recibió Pucón, entre nubes y lluvias propias del sur de Chile.

El día 13 cambió radicalmente el Tiempo y aprovechando la magia del sur, que nos regalaba un día pleno de sol, probé el filtro y algunos parámetros para la captura que comenzaría cerca de las 11 de la mañana del día siguiente. Muy tarde, ese mismo día 13, también se podría ver la lluvia de estrellas. A eso de las 23 horas el cielo estaba nublado... como a las 1 AM ya comenzaba la llovizna... tipin 3 AM ya llovia y junto a ello también se comenzaba a desplomar la idea de fotografiar el eclipse, perdiendo poco a poco la esperanza de verlo durante la mañana, pero aun con una pequeña ilusión de que se pudiera apreciar aunque fuera algunos segundos dentro de las cerca de tres horas que duraría el evento.

El día 14, muy temprano, llovía como llueve en pleno invierno en el sur. Pasadas las 10 de la mañana ya comenzaban las transmisiones televisivas y no se podía ver nada de nada desde el patio de la casa donde nos encontrábamos. Aún sin perder totalmente la esperanza, tenía mi cámara lista sobre el trípode para la batalla armada, y con su filtro puesto. Al escuchar algunas entrevistas en vivo hechas desde la costanera de Pucón, donde indicaban que sí se veía el eclipse pasadas las 13 hrs, salí nuevamente en medio de la llovizna y... nada de nada... no se veía nada...solo percibía a través de los anteojos un cielo rosado... y allí se terminó toda la intención, ya no de fotografiarlo, sino también de verlo.

En ese momento salió mi amor y, prestando atención al desplazamiento de las nubes, y con más paciencia que la mía, logró ver el Sol medianamente tapado por la Luna. Volvió toda la alegría a mi otra vez y más que rápido saqué la cámara, intenté ver con el filtro puesto, pero no se veía nada,  me puse los anteojos y entre nubes algo se veía y sólo logré sacar un par de capturas con mi celular.

Mágicamente el universo nos sorprendió, comenzó a detenerse la llovizna y las nubes a disiparse. Tomé nuevamente la cámara, logré ajustar rápidamente el enfoque y parámetros considerando la nubosidad (toda la planificación había sido para  un día soleado), así pude comenzar a fotografiar por fin este encuentro maravilloso entre la Luna y el Sol, alternando algunas tomas con filtro y otras sin filtro. Comencé también a tomar atención a mi alrededor; mi familia y cercanos, la gente  que se escuchaba murmurando en parcelas cercanas, la dulce llovizna que acariciaba mi piel, el olor a humedad que envolvía el ambiente, las nubes que jugaban en el cielo como danzando alrededor de la íntima ceremonia entre el Sol y la Luna.

Comenzaron a cantar pajaritos que habitualmente cantan de noche, se comenzó a obscurecer lentamente el cielo, comenzaron a ladrar fuertemente los perros (mientras tanto yo disparaba y disparaba con mi camarita), se comenzó a ver lentamente cómo la Luna tapaba totalmente al Sol y una sensación de romanticismo recorrió mi cuerpo (quizá por la leyenda del Sol y la Luna que había leído días antes también en el marco del eclipse), las personas comenzaron a gritar y a silbar (incluso también me pegué un grito), se comenzaron a ver algunas estrellas, las nubes volvieron para tapar la escena del momento máximo, logrando una intimidad aún mayor para la celebración de este encuentro amoroso entre los dos astros.

Comenzó a cantar un gallo y también cantaron algunos pajaritos que habitualmente cantan antes del amanecer. Ya pasaban los segundos y ese pequeño encuentro comenzaba a dar paso a nuevos rayos de luz, alejándose la Luna nuevamente del Sol, quedando cada uno, después de un pequeño encuentro, en su propia trayectoria para volverse a encontrar en años y quizá millones de años. 

Tal como dice el dicho, "todos los astros se alinearon". Me siento muy afortunada y agradecida de haber vivido este mágico momento y haber podido, finalmente, entre nervios, emoción y adrenalina, captar algunos instantes de este hermoso eclipse vivido en el sur de Chile, momentos que se atesorarán por siempre en el corazón.



Fotografías de Johana Rodríguez O.